Comida y Recuerdos

Ahora por la mañana, cuando iba saliendo de mi casa rumbo a la oficina, vi un enorme pan francés tirado en la cuneta, me dio una gran tristeza y me acordé de cuando yo estaba pequeña, que mi abuelita me decía que nunca botara una tortilla porque ellas se iban llorando por el río hasta llegar al mar y que las tortillas se entristecían porque habían niños y ancianos que no habían comido y que sin embargo ellas iban sin esperanza hacia la muerte y lo peor de todo es que se iban sin haber cumplido su misión de ser alimento.

Me acuerdo cuando allá en el cantón daban almuerzo, mi abuelito trabajaba en la oficina administrativa de la hacienda Los Lagartos. Allí daban una ración de tortillas gigantes! Acompañados de unos frijolones salcochados ultra grandotes con un puñado de sal, jeje ¡qué tiempos esos! Los trabajadores de la hacienda sentía rica su ración y hacían cola en las instalaciones de la “cocina” ubicada en el casco de la hacienda, ahora ya no queda nada de eso, tan solo recuerdos y nostalgia hacia esa comidita que se sentía tan buena después de una faena agotadora bajo el sol.

Antes de que me diera gastritis, colitis y todo ese desvergue de enfermedades yo podía comer de todo y nunca le hice el feo a nada, hace más o menos un mes que no puedo comer casi nada, ahora tengo que comer lo mínimo de grasa, cero picante, cero condimentos, ¡ni modo! Me queda la satisfacción que en su momento comí y disfruté todo cuanto pude y nunca anduve desperdiciando ni un poquito, pero cuando me sane bien volveré a ser “todo terreno” con la comida y podré disfrutar de una buen ñango de carne asada con una birria bien heladita, o un coctel de colitas de camarón! Yeahhh! Mmmmmm que rico!

He comido las cosas más exóticas que se pueden encontrar en la campiña salvadoreña. Me siento culpable porque algunos animalitos que he comido ahora son parte de la lista de especies en extinción, pobrecitos, ahora me arrepiento de haber depredado a algunas especies. Más adelante contaré acerca de mis víctimas culinarias (me avergüenzo de eso). Pero de lo que no me arrepiento es de las hojas de “madrecacao” con huevo, ¡rico!

Mis abuelitos me enseñaron a ser todo terreno con la comida y nunca ahuevarse, ni ser asqueroso, ni hacerle el feo a la comida, porque la gente que anda con mierdas es a la primera que le pasan las cosas que le dan asco y sobre todo lo más importante es que se debe dar gracias porque tenemos y podemos comer nuestro poquito ya que en todo el mundo hay mucha gente no comerá este día y otros están enfermitos y no podrán comer lo que deseen porque les hace daño.

Hay personas que no continúan comiendo si les aparece un pelo en el plato. Yo aparto el pelo y sigo comiendo. Pero, hay platillos que los comería nada más “por honor”, no los siento apetecibles y de unos días acá estoy dudando que podría comer las cosas que estuve viendo en la tv. Lo comería en una situación de hambruna y yo se que sí podría sobrevivir!.

En un próximo post les contaré las peores comidas que he tenido que proceder por Honor jajaja. Cuando digo “por Honor” es porque mi abuelito siempre nos hacía comer cosas feas y decía que teníamos que ser valientes hasta para comer porque si un día nos tocaba sobrevivir teníamos que estar preparados para lo peor, y no me gustaba quedar de cobarde frente a él y “por honor” decidía proceder a la “degustación”. También me decía que nunca dijera “guácala” para referirme a la comida ni a la mía ni a la ajena, cada quien come lo que el bolsillo le alcanza así que es falta de respeto expresarse mal de la comida ajena y propia.

Tan rico que es comer con las personas que amo, Un día podría estar cenando en el mejor restaurante de la ciudad y al siguiente día podría estar sentada en la acera comiendo en la venta más cochina de “choripanes” de la calle y ambas cosas me agradan siempre y cuando la compañía sea grata, cuando te sentís bien con alguien todos los alimentos se disfrutan, porque la mejor comida del mundo no es la más cara, si no la que compartes con tus seres amados. Lo mejor es que puedes comer en el suelo, en la cama, en el sofá, en una cuneta con tus amigos, en la playa después de un partidito de fútbol, en pasto después de un salto en paracaídas, en un restaurante con tu pareja, en la cama con tu pareja, en la pupusería, en la montaña, en el cañal con tus abuelitos, en el cafetal con un tambache de tortillas gigantes con chilipucas, podes comer en todas partes! Y esa será la mejor comida!

Muchas veces el sabor de la comida te evoca a tiempos pasados y te lleva entre las alas de un aroma intenso hasta aquellos momentos especiales o a los días de la infancia cuando comiste ese mismo plato y tuviste la misma sensación de antaño, recordarás los viejos tiempos, los ojos de tu mamá y hasta las mascotas que tenías en ese tiempo. El sabor es una forma de viajar al pasado y volver a vivir todos los momentos agradables cuando estuviste disfrutando de tus alimentos y de tu gente.

A veces, algunos sabores me llevan hasta los ojos de mi abuela, a la sardina compartida con los amigos del cantón, a la boda de mi tía a la que no me llevaron, a las primeras votaciones para presidente de las que tengo uso de razón y me dejaron depositada en una casa en San Julián, a las tardes de papas asadas en rescoldo durante los días de viento, al almuerzo helado en la playa con mi primer novio, a los recreos del colegio y a ese olor a lápiz de las aulas, a los brazos de mi abuelo cuando me quemaba con la sopa, a los labios divinos de Gerardo cuando me llevó a un almuerzo bufet, a la risa tímida de mi hermana cuando había mayonesa, a las mascotas, chuchos y pericos que pedían un pedazo de tortilla, me recuerda también a mi perro Bingo, a Waldo y al perico Cachito, a mi pajarito Botella y a hasta recuerdo al sacristán de la Iglesia cuando llegaba a comer, don Joaquín, el último hombre que hablaba latín fluído de todo el cantón, hasta recuerdo al borracho Miguel Caridad que siempre llegaba a charlar cuando estaba de goma, también recuerdo la casa de Luis David donde tantas veces endulcé con cebolla mis lágrimas y tantas veces sasoné verengenas para él, también recuerdo el plato de carne de la niña Ana allá en el mercado de Sonsonate, ese sabor me recuerda los días cuando mi abuela me sacaba de paseo. Todos! todos esos recuerdos regresan y me sacan una sonrisa deliciosa con saudade.

La próxima vez que comas algo, cierra los ojos y trata de recordar un día, un evento o una experiencia que se relacione con ese sabor y veras de nuevo el rostro de tu abuela, o el de tu mamá, o el del novio que nunca volviste a ver, el rostro de tus amigos del colegio, o tal vez veas al amor de tu vida, los días que aguantabas hambre en la universidad, o aquel almuerzo inolvidable con esa persona especial o simplemente te recordarás a ti mismo cuando niño.
Vamos! Hazlo! Viaja en el tiempo en una alfombra de aroma y sabor!

¡Que vivan los pasteles con curtido! Las pupusas revueltas pero de maíz y la yuca con moronga!!!

Comentarios

José Luis Carvajal ha dicho que…
¡Felcitaciones, Ingrid, gracias por compartir tu bella interioridad!
Ingrid ha dicho que…
Muchas gracias Padre!!! gracias por venir a esta su casa.
NORA ASTRID ha dicho que…
Ingrid, este post ha sido simplemente.....delicioso!! que te recuperes pronto!
Ingrid ha dicho que…
Gracias Norita! que alegría tenerte de visita. saludos

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