Memorias de mis abuelos: Ciclón del 34

Un día como hoy hace 78 años fue el desastroso Ciclón del 34, donde se perdieron muchas vidas en El Salvador. Dice mi abuelo que fue algo impresionante y mi abuela dice que ella vio cuando se derrumbaban las lomas con el ganado y caían al precipicio. El nombre que le pusieron a ese huracán que nació en el Caribe fue Huracán Trifinio. El nombre aparece en un estudio publicado en septiembre de 1987 que hizo un brillante ingeniero peruano llamado Julio Kuroiwa H., el nombre de la publicación es “Evaluación de Riesgos de Desastres Naturales en la Región del Trifinio. I, Documento Trifinio No 4".

Entró como tormenta tropical con vapores de agua, pero chocó contra las montañas frías del Trifinio, y los cambios de temperatura causaron que todo el ambiente comenzara a condenzarse vertiginosamente y la lluvia se hizo intensa, como cuando los dioses lloran.

Mis dos abuelos eran niños y ni se imaginaban que cuando adultos se conocerían. Este relato lo han contado cientos de veces durante mi niñez, pero hoy nos sentamos a tomar leche y la plática comenzó.

Este suceso ha sido conocido con diferentes nombres. Dependiendo de la zona, para algunos lugares de Sonsonate fue el Ciclón del 34, para otros el Temporalón y para otro grupo, la Lava del 34.

Mi abuela, Rosita Ochoa, tenía 6 años y vivía en San Ramón, allá por Citalá Chalatenango. Vivían en la casa de mamá Casimira y papá Entimo, sus abuelos (mis tatarabuelos). Ahorita estoy hablando con ella y me cuenta muchas cosas. Aquí transcribo su relato de ese 7 junio de 1934:

Relato de Mamá Rosita: 
"Miraba deslizarse por la lomas al ganado, se deslizaba con la tierra en aquellas derrumbazones. Yo estaba en la casa de mis abuelos, era bien grande, tenía balcones y yo estaba parada en una ventana. Y la ventana era grande, casi topaba al suelo y yo me paraba en la meseta del balcón, agarrada de los barrotes. La casa estaba en el plan y al frente quedaban las lomas y vi como allí se deslizaban las vacas, los toros, los carneros. Se miraba como que estaban comiendo agachaditos. La loma se aflojó y se deslizaban las tierras con ellos, no dejaba de llover,  y estaba bien helado todo. No se porque me acuerdo que sólo yo estaba parada frente a los barrotes del balcón, quizás mis hermanitos estaban acostados por el frío.

Como a los dos días dejó de llover, había mucho frío y mi madre nos hacía abrigos de ropita vieja, me ponían gorro para aguantar lo helado de esos días. La familia de mi mamá vivía en Ocotepeque.

Allá en la montaña hay un río que se llama el río Chiquito. Y ese río, cuando cae en propiedades de Honduras, ya se llama el Marchala. Y antes, allí habían unos grandes ocotales y el río pasaba en medio, entonces el huracán botó los árboles de un lado y del otro. Los palos hicieron una gran preza  de agua y lodo. Cuando esta preza de palos se rompió, agarró para abajo la gran correntada y se llevó todito el pueblo de Ocotepeque, esto fue en la noche. Y como se regó por todas partes, se llevó bastante ganado y luego salió con las casas y las personas, dicen que al Lempa fue a descargar, esas cosas las vieron en la madrugada las personas que viven en El Gualcho. Todo fue triste, allí en Ocotepeque murió mucha familia de mi madre. En Antigua Ocotepeque murieron nuestros parientes Pinto, los Arita y los Valdivieso, los más ancianos de la familia. 
Mi tía Joaquina tenía un hijo que se llamaba Alberto Villanueva Ochoa que vivía en la montaña por un lugar llamado La Cebadilla, es parte de El Salvador, allí el derrumbe arrastró la casa y murió con su mujer y sus niñitos. Nunca se recuperaron nuestros muertos. Todos quedaron bajo la barbaridad de lodo. Nadie, no hubo nadie para enterrar. Los que quedaron vivientes, se fueron para Sinuapa. El pueblo desapareció, sólo la iglesia quedó".

Me deja impresionada el relato de la abuela, me deja pensando en aquellos muertos que nunca se supo donde quedaron sus restos.

A muchos kilómetros de allí, mi abuelo Benedicto Magaña, con 14 años de edad, vivía en La Puerta, Armenia en Sonsonate. Cuenta muchas cosas, dice que hubieron pérdidas de cultivos pero vidas humanas en Sonsonate casi no, sólo dos en el valle donde vivía. Un año antes de esto, mi abuelito siendo un niño, había trabajado ya en el telégrafo de la estación de tren de La Puerta, él trabajó entre octubre de 1931 hasta marzo de 1933. Ya tenía más del año de no estar trabajando allí. Aquí transcribo el relato de mi abuelo de aquel 7 de junio de 1934.

Relato de Papá Benedicto:
"Yo me acuerdo que en la noche, cuando despertamos estaba lloviendo fuerte, entonces mi papá Pochón nos dijo a mamá Toña y a mi hermano - vámonos para arriba- porque habían dos albergues donde se acomodó la gente, uno donde las Valle y otro donde don Jerónimo García.

Mi papá salió con un quintal de maíz en la espalda  y dijo - llevense las cobijas y el maíz-, así es que nos fuimos, y pedimos posada donde las Valle, nos tocó acobijarnos en el corredor porque había más gente, nos acomodamos pero no dormimos. Y no dejaba de llover. El gran río creció más y por eso, toda la montaña que estaba enfrente del caserío se rompió. La correntada no llegó hasta donde estábamos, agarró por otro lado, por donde vive Andrés López.  Y toda la gente que todavía no había salido, tuvo que correr para la calle. Todo estaba inundado. Unas personas salieron por las lomas y se fueron para Armenia, causa de esta desgracia muchos se fueron a vivir a Armenia: los Rosales, los Urrutia, los Espinoza y otros más. No volvieron a la Puerta.

Al medio día del siguiente día, yo, con ganas de hacer mis necesidades, salí del refugio y me fui pun pun por toda la línea del tren para la casa. Entré, y voy viendo adentro de la casa un gran hoyo y vi que brotaba agua naciendo dentro de la casa. También se había caído un palo de bálsamo y un carao enorme. Uno de copinol se fue sobre la línea y la casa quedó en medio de los tres palos, hasta el laurel se fue sobre la línea. Viera que tremendo eso, para llegar a la casa había una gran corriente de agua, no me acuerdo si le dije a mi familia que me había ido a la casa, pero luego regresé al refugio.

De la estación del tren para abajo, el terraplén de la línea quedó  balanceándose. Los durmientes y los rieles. Todo ese desastre después lo rellenaron. El río Negro creció tanto que topó al puente de la línea del tren,  y lavó toda la tierra. Los durmientes también quedaron tambaleándose sin pegar en tierra. El puente de Arco, en los Lagartos, lo rompió la fuerza del río, subió demasiado el agua y cuando chocaron los árboles con él, rompieron los arcos del puente. Un arcó quedó cerca de las pilas de los Flamenco, por la poza. Y el otro arco fue arrastrado más abajo, primera y única vez que ese puente se ha quebrado. Mi tatita Rafay contaba que trabajó en la construcción de ese puente. Entonces, creo, que aun no se había acompañado con mi abuela. 

Nosotros volvimos a la casa como a los dos días y limpiamos todo el lodo. Murieron nuestros animales. Todos.

Teníamos milpa arriba por donde vivieron los Guerra, así en la parte alta y tres derrumbes dejaron sólo pedacitos de milpa destrozada.

Arriba, como en el kilómetro 43, había una casa al pie de una loma. Allí vivía un señor que se llamaba Abraham Lino, vivía con la esposa y una niña. El era hermano de la niña Dolores, la esposa de don Rafael Guevara. La noche de la desgracia, su esposa contaba que le dijo  -levantate Abraham-  y le respondió -no, no. Hay que seguir durmiendo. y siguió acostado. La mujer agarro la niña y se fue de la casa. Entonces, inmediatamente, se vino el derrumbe y se llevó la casa y a Abraham. Los restos fueron a quedar abajo de la loma y allí lo enterraron. A los 5 días también encontraron en ese lugar el cuerpo de una mujer que había sido arrastrada desde muy lejos. En la loma Buenavista, murió una familia completa, dicen que eran ocho, que el derrumbe se los llevó. 

El lugar había cambiado, nada se parecía, las lomas cambiaron su forma, el puente Ceniza y el Copapayo también se destruyeron. El tren tardó años en volver a pasar".

Mi abuelo dice que por esta tragedia, escribieron una canción, no se acuerda bien donde la escuchó y tampoco se acuerda del resto de las estrofas:

"El 7 de junio, muy patente lo tengo yo
aquel río de Marchala,
solo la iglesia dejó.

La ciudad de Ocotepquete doditita pereció
porque el río de Marchala
sólo la iglesia dejó".

También cuenta el abuelo, que mi tatarabuela Antonia, del susto causado por este desastre, le ofreció a la Vírgen María un rosario pidiendole que no les pasara ningún daño. Hasta prometió reventar una docena de cuetes en honor a la Vírgen. Como siempre, la tatarabuela se tardó demasiado en pagar el tal rezo, muchos años después cumplió la promesa de aquel rosario gracias a la insistencia de mi abuelo que le decía "cuando uno se compremete con algo así, debe cumplirlo rápido". Mamá Antonia se tardó 11 largos años en pagar ese rezo, hasta fines de 1945.

Para mí es un privilegio estar en estos precisos momentos conversando con mis abuelitos de estos hechos. La memoria de esta tragedia no debe ser olvidada.

Hoy,  78 años del Ciclón.

Mis abuelitos, esta noche de remembranzas :)





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