Tía Fina, buen viaje (R.I.P)
Cuando mi hermana y yo éramos niñas, solíamos viajar desde el cantoncito donde vivíamos hacia la capital en compañía de mi abuela para visitar a tía Fina y tío Chepe. Era todo un suceso, era la aventura más imaginada al paso de los meses. Las horas de viaje en aquellos tiempos que el transporte era lento, por la impaciencia se volvían aun más largas hasta llegar a su casa y luego el tan esperado momento en que tía Fina abría la puerta y el mundo resplandecía con su bella sonrisa y su prolongado abrazo. Tiempo después, cuando comenzaba mi adolescencia enfermé de los bronquios y viajábamos a la ciudad a mi tratamiento y mi madre, mi hermana y yo dormíamos en su casa para madrugar al día siguiente e ir al hospital y no nos dejaba salir sin desayuno, impresionaba su comida, tía Fina tenía el don mágico de la cocina que aún con las décadas, ese sabor perdura como si hubiese sido esta mañana. También nos visitaban en el cantón, con su llegada se alegraba la soledad de los mirtos y cuando l