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Tío Beto, 20 años de su partida.

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Han pasado 20 años desde que mi tío Beto falleció. Era una madrugada de lluvia, 27 de julio de 1994, él padecía cáncer de colon, había sido diagnosticado pocos meses antes de su muerte. Su última exhalación se disolvió entre el rocío de aquella madrugada y nos quedó un dolor interminable, que dos décadas después, duele, como si sucedió hace una instante. Tío Beto era un hombre creativo, trabajador, de corazón noble, sin ningún vicio, era sastre y agricultor, con su empeño hacía que la tierra más cansada se convirtiera en vergel, cultivaba maíz, frijoles, maicillo, frutas y lo que estuviera a su alcance. Él vivía en la antigua casa de la familia en el Valle La Puerta, justo a la orilla de la línea férrea. Vivía solitario en aquella casa de paredes frías, su compañía era una biblia y los recuerdos de los ancestros, que aún tan tarde, seguían en cada grieta de la casa. De vez en cuando volvían las historias de misterio y fantasmas que nacían del pozo que había atrás de la vivien