Poema para el cantoncito donde crecí.

El 19 de este mes son las fiestas patronales de la Hacienda Los Lagartos, en San Julián, Sonsonate. Allí pasé mi infancia y fue muy bonita, he escrito algo para el lugar que extraño. Aquí se los dejo y espero que les guste. Les cuento que este texto será publicado en la revista cultural del cantón.

Nostalgias de Caña y Café.



Los eucaliptos de la Casona han muerto,

ya tan sólo queda su recuerdo en el viento de la tarde.

Los lagartos que dormitaban en una pila blanca,

ahora son un mito cobijado bajo flores de fuego en cada invierno.

Ya sólo sus fantasmas se pasean por la vera del río.

Ya ni el río es río,

sólo su cicatriz se dibuja en el paisaje,

sólo quedan las piedras coronadas de jazmines silvestres,

sin rastros del sonido del tren

y sus rieles están más dormidos

que los muertos.



Recuerdo El Puente de Arco,

testigo de tormentas, de cielos y de lágrimas.

Allí los niños aprendieron a vencer el miedo.

Y los adultos

lo cruzaron con el peso de los graneros

anclados en el alma.

El puente sigue allí

con su osamenta de metal y madera,

con sus espíritus y sus miedos

y con sus dos arcos enamorados del tiempo.



Recuerdo la vieja galera, una tarde se quemó

y el viento se llevó hasta la ceniza.

Recuerdo la antigua iglesia, sus sacristanes y sus atrios,

un día la tierra tembló

y se llevó sus setenta y cinco memorias

junto a las bodas de sus rezadoras.



Recuerdo el Casco de la Hacienda,

sus días de pago, las vendedoras de pan y la oficina.

La oficina era una casa bonita hecha de madera

donde mi abuelo Benedicto

trabajaba entre números

y las fieles campanadas de las horas,

donde tantas y tantas tardes,

los hombres compartieron sus enormes tortillas

hechas con sabor a manos de mujer.



Extraño la escuela. Allí mi madre enseñaba a leer.

Extraño ver el árbol de Amate que vive solitario en la colina

Y extraño correr tras las carretas y las viejas góndolas.



El Ingenio ya no existe, solo sus huellas de hierro

gritan bajo la estampa de la noche

y los cimientos ya cansados

siguen en pie, temblorosos al vaivén de los pájaros.



Vienen al alma los días de antaño

cuando el Beneficio de Café no dormía

y su graciosa sombra se dibujaba al filo de los astros.

Sus jornadas poco a poco enmudecieron

hasta volverse tan tristes

como las estatuas de los mártires.



Quisiera retroceder más de veinte años

y correr a abrazar a mis ancestros

abrazar a los que ya no respiran

Pero no me queda más que visitarlos en el viejo cementerio,

y poder limpiar las tumbas con mi cabello

quitar la hojarasca con la que el tiempo

ocultó sus nombres

y llorar.



:(

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