Adiós, niña Yita. Descanse en paz.
Doña Margarita Cornejo, persona querida, emprendió su viaje hacia la luz perpetua. Ella siempre fue una persona educada y fina en su trato, especialmente recuerdo que cuando yo era niña, solía ir a su casa a comprar las mejores charamuscas que he probado, allí estaba ella, la niña Yita, como le decíamos de cariño, estaba con sus hermosos ojos del color de los manantiales iluminados, su sonrisa, que por naturaleza era como una rosa, y su excepcional trato, amable y elegante. Siempre tuvo una frase noble para mí y para mi hermana. El tiempo pasó, crecí y yo era adolescente y pasaba frente a su casa, yo siempre volvía la mirada para verla y allí estaba: bella, buena y sagrada. -Adiós, niña Yita -le gritaba. -Adiós niña -me respondía. Pasaron más años y ya no la pude ver, hoy me entristezco al saber que se ha ido, hoy me duele decir “Adiós, niña Yita”. De alguna manera sé, en lo profundo de mi corazón, que ella responde con el aprecio de siempre, que su amor no se irá, que se queda con su